Briseida,
no
te conozco todavía
pero
pienso en ti, en cómo serás;
adivino
en tus ojos
el
fulgor de una belleza repentina.
No
serás nunca diosa ni princesa,
en la tierra todo son mentiras.
Hoy
tu madre está ausente,
aún
no conozco el tacto de su piel
ni
reconocer puedo el aliento de su voz.
Su
rostro tampoco puedo dibujarlo
aunque
en sueños a veces lo imagino,
en
él puedo verte,
o eso quisiera!
Sé
que serás, al menos,
lo
más querido por mi corazón
hoy
afligido y expectante;
serás,
como el pasto verde y fresco,
su
mejor y más tierno alimento.
Oh,
Briseida,
eres
como un canto de sirenas
en
esta odisea que es la vida terrenal,
abrupta
como colinas escarpadas
y
sobretodo incierta como el hado inescrutable.
Recordaré
este momento,
como
un momento pretérito y fecundo,
porque
mañana, quién sabe cuándo,
te
meceré en mis brazos
embelesado de amor.
Serás,
oh,
mi querida Briseida,
fértil
en futuros bienaventurados
y
diestra en la danza
que
sólo enseña la felicidad.
Ama,
ama por encima de todas las cosas,
ése,
ése es mi único consejo!
Sólo
el amor puede conducirte
por
la senda de la vida verdadera.
Pero,
por ahora, tengo que dejarte,
dejar
este sueño tengo porque,
como
ya sabes,
esto
tan sólo es sueño;
un
ensueño de ti,
Briseida,
la
niña más bella que imaginar puedo
y
la vida , la vida que tanto anhelo!
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