29 nov 2009

Fragmentos: Luis Sáez Rueda







Podemos elegir una forma de capitalismo u otra, pero no no está permitido optar contra el capital. Como una mancha de aceite, el neoliberalismo, que no conoce más dignidad que la del cálculo eficiente, se dilata a los confines del mundo macroscópico de la globalización y echa raíces tuberosas que se expanden, microscópica y reticularmente, hasta los más ínfimos recodos de la praxis inmediata. En lenguaje foucaltiano, se diría que esta fuerza sin cabeza, trenzada con otras de muy diversa índole -retóricas, mediáticas, tradicionales o intenmpestivas- tejen la urdimbre en la que gobierna un poder pastoral: un poder como el del pastor sobre el rebaño, que no necesita mantenerlo atado, sino que conduce sutilmente, y hasta con mano acariciadora, su libertad y que se presenta, incluso, como salvador de su grey .

En el fondo, el capital depende de una malla extensa de poderes enmarañados sobre la que florece y que adopta el aspecto de una soterrada tecnología del yo, de las conductas humanas, sus hábitos, sus deseos, preferencias o estilos de vida. La técnica ha escapado del habitáculo en el que la colocó el homo faber e invade las relaciones entre el hombre y de éstos con el mundo, conformando un modo de ser en virtud del cual lo valioso se hace tributario de lo rentable, la grandeza se trueca en grandificencia, los proyectos en planes estratégicos.

El mundo tecnificado convierte a todo lo existente en existencias, es decir, en objetos que, como las latas en el mercado, están ahí para ser acumulados, cuantificados y puestos a disposición del deseo humano: desde la naturaleza , cuyo sentido de albergue quiere el hombre reducir al de una colosal fuente de recursos, hasta la ideología política, que ya no es un suelo fértil y próvido, sino una especie de espantapájaros, zafio instrumento para asustar al contrario, para alejar el picotazo de la inseguridad, del riesgo, de todo lo que no posea un sentido pragmático, y proteger el cultivo del mismo producto una y otra vez: del artefacto.


El artefacto no es sólo un instrumento. Es un dispositivo que dispone conductas cuya orientación es la de hacer disponible aquello con lo que se relacionan. Lo hace en el hospital, creando las condiciones para que el profesional y el paciente estén disponibles respecto a los requerimientos de la industria farmacéutica , creando las condiciones para que en un futuro próximo, sea posible la libre disposición del hombre sobre su propia naturaleza, es decir, para la producción del hombre por el hombre a través de la biogenética .

Lo hace en la escuela y en la universidad dirigidas cada vez más imperiosamente hacia la creación de especialistas de recambio, capaces de (es decir, con las habilidades suficientes para) someter los acontecimientos de su campo a las expectativas de orden y aprovechamiento del mundo que le han sido confiadas. Lo hace, por terminar aquí, en la investigación, que ya no puede buscar sus propios senderos, sino prosperar en la medida en que genera eficacia y se organiza para ello con espíritu de empresa, bien para rentabilizar el expolio del planeta o la distribución adecuada de los frutos de esa usura, bien sometiendo el saber a los resultados pragmáticos de su conquista.

(Ser errático. Una ontología crítica de la sociedad, págs. 35-36, Ed. Trotta, Madrid, 2009)

28 nov 2009

Una breve justificación

 
Palabrisea es la conjugación imposible de un verbo que no existe, de un verbo fantástico que casualmente he imaginado. También, y porqué no decirlo, es una alusión homérica que sirve para describir el sino de unas palabras alborotadas que, cómo Odiseo, deben volver a su Ítaca para cobrar pleno sentido. Es, por tanto, mi particular forma de evocar un espacio de infinitos orígenes donde la palabra, contenida o continente, es protagonista. Son acción y espacio donde no rige ninguna religión, donde no se admite otra creencia que no sea la de la palabra. Pero las palabras que aquí se van a encontrar sólo cobran pleno sentido si se contrastan con el mundo de las ideas que a su vez las posibilitan; un mundo lleno de espejismos y trampas, un mundo que hay que saber interpretar para poder llegar a mejorar con ellas nuestras vidas. Pienso que de eso se trata, de aprender la difícil tarea que supone domeñar nuestras emociones para que estas se puedan transformar en actos, tanto da si son grandes o pequeños, cuyo único compromiso sea el del beneficio colectivo.