28 may 2011

¿Democracia o dictadura? Sobre la necesidad urgente de sucumbir al paripé democrático.





Después de lo ocurrido ayer (bochornoso y lamentable), me gustaría sugerir una reflexión que me parece interesante, o cuanto menos oportuna, para ver claramente en qué se distingue el talante democrático del talante represivo, más propio de otras épocas. Sin duda que los desalojos de ayer suponen una clara vulneración de derechos esenciales y, lo que es peor, la mejor muestra de lo que no deben ser las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.

Curiosamente, estos tristes acontecimientos se han producido en Catalunya, justo después de que un nuevo gobierno conservador, el de CiU, ha llegado al poder con holgada mayoría. Este dato me parece especialmente relevante para ilustrar lo que quiero decir, precisamente por que veo con preocupación como un sector amplio de la izquierda se confunde en sus proclamas cuando grita a todas voces que esto no es democracia, que esto es una dictadura (pues resulta muy poco respetuoso con las verdaderas dictaduras que a día de hoy siguen existiendo, y también con las pasadas, de muy triste recuerdo en nuestro país). Hemos de recordar que el lenguaje, tal como lo entiende el progresismo político, tiene que servir para comunicar verdades o describir realidades, no para tergiversar y confundir los hechos, tal y como nos tienen acostumbrados los grandes demagogos de la derecha. 

Veamos qué pasa en Madrid con los compañer@s que acampan en Sol, ¿por qué allí no han actuado igual las fuerzas antidisturbios de la policía nacional? Hace unos días, cuando la Junta electoral decidió que eran ilegales las manifestaciones de los indignad@s, el ministro de Interior, Alfredo P. Rubalcaba, salió a la palestra para firmar con rotundidad lo siguiente: "la policía actuará en todo caso bajo los principios constitucionales de oportunidad, congruencia y proporcionalidad, y para solucionar un problema no creará otro". Pareciera que sus palabras se ajustan perfectamente al espíritu democrático, al igual que los hechos, ya que hasta el día de hoy, no ha habido ningún intento de desalojar a los acampad@ allí. Quizás, buena prueba de ello, lo es también la desesperación con que el gobierno de Madrid, de distinto signo político, pide con insistencia el desalojo inmediato de los indignados. 

La conclusión de todo esto me parece muy clara: se demuestra que existen maneras muy distintas de entender la democracia según sea el sesgo político de los gobernantes, de quienes dependen en ultima instancia, las decisiones que van a tener consecuencias reales sobre la población. Así se ha demostrado, y hay que indignarse, ¡por supuesto! Pero también hay que recordar que los gobernantes son elegidos democráticamente por los electores y electoras, y que la abstención de much@s deja la vía libre para que los que ahora llamáis fascistas, nos gobiernen. Después, también tenemos a oportunistas como el alcalde Àngel Ros, quien después de despojarse de toda culpa, no tiene ningún reparo en apoyar medidas tan manifiestamente antidemocráticas. 

Todo lo expuesto hasta ahora, nos enseña que la democracia puede ser perfectamente real, pero que para que pueda darse conviene bajar de los ideales a la tierra, y darse cuenta que sólo de ese modo se puede construir el camino que nos lleve a la tan ansiada Democracia real. Aunque no nos guste, sucumbir al paripé democrático en el futuro, va a ser más necesario que nunca. Y eso, no lo olvidemos, es algo que depende de tod@s nosotr@s.