31 ene 2010

El sacrificio de los héroes





¿Porqué la de bombero es la profesión mejor valorada por la ciudadanía de nuestro país? Así rápido, se me ocurren dos motivos por los que esta opinión tan extendida en nuestro sentir quedaría justificada de una forma sencilla. El primer motivo, y el más obvio quizás, es la peligrosidad inherente que conlleva el ejercicio de esta profesión: ser bombero es una suerte de sacrificio, el sacrificio del héroe, lo denominaría yo. Pero hasta el día de hoy nadie está obligado a ser bombero (a diferencia de muchos otros héroes anónimos que lejos de quererlo son obligados por "imperativo patriótico" a luchar -y morir- en guerras absurdas).

Es más, conozco a más de una persona que es, ha sido o quiere ser bombero por una fuerte convicción difícil de explicar racionalmente (más allá de motivos económicos). A priori, nadie debería querer dedicar la vida a sacrificar su vida. Esta premisa tan elemental es común en todos los seres humanos y en el resto de animales, me refiero a nuestro sesudo instinto de conservación. El segundo motivo, más descriptivo y fácil de entender, es el carácter altamente inflamable de nuestra geografía.

Dado que viví los acontecimientos de cerca (vivo en Lleida y conocí fugazmente a la pareja de uno de los bomberos que murieron el pasado verano en el incendio de Horta de Sant Joan) he seguido con mucho interés el desarrollo mediático que los ha sucedido; tanto el político como el informativo. Nunca me ha parecido tan ruin una causa como la que desde hace unos días es portada de diarios, comidilla de tertulias y hasta se ha convertido en comisión de investigación parlamentaria. Lamento ser rudo en mis palabras, pero yo defiendo otro causa que acaso avala lo que digo, y su cómo. La causa que defiendo es el sentido común (aquél que algunos dicen que es el menos común de los sentidos) o la sensatez si se prefiere.

La muerte ya sabemos que es algo indeseable para la gran mayoría de mortales, en eso no hay debate. Lo sucedido nos entristeció a muchos y, a unos pocos, les marcó la vida para siempre. Ahora bien, y después de todo lo que se ha escrito, oído y dicho al respecto (informes, declaraciones, sumarios) ¿es posible que se quiera seguir porfiando en la negación de lo obvio?

Lo obvio es que desde que se han detenido a los responsables del incendio todo el interés mediático-político-sentimental se ha girado, como viento traicionero, contra la gestión política del suceso en vez de hacerlo contra las dos mentes enfermas que causaron ese fuego tan inmisericorde. Mucho me temo que dos personas de carne y huesos son poca cosa comparada con el jugoso rédito político que se puede conseguir sin mencionar las indemnizaciones económicas que podrían estar en juego.

No me parece un dato baladí, que siempre y por todo se ponga en cuestión la gestión política que hacen los representantes de la izquierda en el "Govern" (especialmente la del conseller Joan Saura). Pareciera que la Izquierda genera una suerte de desconfianza permanente lista para ser aprovechada por las aves de rapiña. Lamentablemente, como nuestro imaginario nos recuerda, después de la muerte siempre aparecen en escatológico ritual todo tipo de animales carroñeros que aguardan con paciencia "su momento" alrededor de los cadáveres. El hedor putrefacto de ciertos intereses partidistas empieza a ser insoportable.

El héroe siempre depende de la tragedia, pero no sucede así a la inversa. El hecho trágico a veces se impone sin más, cuando esto sucede los héroes se quedan en la sombra y se dice que mueren los hombres trágicamente. Morir en el “simple” ejercicio de una profesión también puede (y debe) ser algo heroico.




11 ene 2010

Reflexiones: Theodor W. Adorno







Frutillas.- Es una cortesía de Proust ahorrarle al lector la confusión de creerse más inteligente que el autor.

En el siglo XIX los alemanes pintaron sus sueños, y en todos los casos les salieron hortalizas. A los franceses les bastó con pintar hortalizas, y el resultado fue un sueño.

En los países anglosajones las meretrices tienen el aspecto de proporcionar, junto con la ocasión del pecado, los castigos del infierno.

Belleza del paisaje americano: en el más pequeño de sus segmentos está inscrita, como expresión suya, la inmensa magnitud de todo el país.

En la memoria del exilio, el ciervo asado alemán sabe como si hubiese sido matado por un cazador furtivo.

En el psicoanálisis nada es tan verdadero como sus exageraciones.

Si uno es o no feliz, puede saberlo escuchando al vientre. Al desgraciado, él le recuerda la fragilidad de su casa y le arranca del sueño ligero tanto como del sueño vivaz. Y al dichoso le canta la canción de su bienestar: su impetuoso soplido le comunica que ya no tiene ningún poder sobre él.

El sordo rumor, siempre presente en nosotros, de nuestra experiencia onírica resuena en el despierto en los titulares de los periódicos.

El mítico "correo de Job" se renueva con la radio. Quien comunica algo tan importante con voz autoritaria, anuncia calamidades. En inglés solem significa solemne y amenazador. El poder de la sociedad detrás del locutor se dirige por sí solo contra el auditorio.

El pasado reciente se nos aparece siempre como si hubiese sido destruido por una catástrofe.

La expresión de lo histórico en las cosas no es más que el tormento pasado.
En Hegel, la autoconciencia era la verdad de la certeza de sí mismo; en palabras de la Femnomenología: "el reino nativo de la verdad". Cuando esto dejó de resultarles comprensible, los burgueses erab autoconscientes por lo menos de su orgullo de tener un patrimonio. Hoy self-conscious significa tan sólo la reflexión del yo como perplejidad, como percatación de la propia impotencia: saber que no se es nada.

En muchos hombres es una falta de vergüenza decir yo.

La paja en tu ojo es la mejor lente de aumento.

Aun el hombre más infeliz es capaz de conocer las debilidades del más sobresaliente, y el más estúpido de los errores del más inteligente.

Primer y único principio de la ética sexual: el acusador nunca tiene la razón.

El todo es lo no verdadero.

(Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada, 30, págs.46-48, Theodor W. Adorno, Taurus, Madrid, 1998)


6 ene 2010

Fragmentos: Ruwen Ogien









Según algunos historiadores y un antropólogo, más o menos influidos por Michel Focault, la pornografía es una "invención moderna", es decir, es una especie de hecho social inédito, aparecido en las sociedades occidentales a partir del siglo XVIII, y que nunca antes había existido en otra sociedad.

A primera vista es una teoría poco plausible. No hace falta ser una historiador profesional para saber que en todo tipo de sociedades "no modernas" (desdes los grupos de cazadores-recolectores de la prehistoria hasta las sociedades de la India medieval, pasando por la Roma y la Grecia antiguas) ha habido representaciones públicas,directas, explícitas de cuerpos desnudos, órganos sexuales, y de actividades sexuales de lo más variado (homosexuales, heterosexuales, de bestialismo, anales, genitales, bucogenitales, etc,..) en forma de graffiti, frescos, dibujos, pinturas, estatuas, bajorrelieves, etc., representaciones que sería bastante difícil distinguir con nitidez de lo que en la actualidad llamamos "pornografía".

También saben que, aunque las palabras pornography o pornographie no entraron en los grandes diccionarios ingleses o franceses hasta el siglo XIX (algo que en ocasiones presentan como argumento a favor de la idea de la "invención moderna" de la pornografía), esas palabras provienen del griego antiguo y que el primer pornographos ("pornógrafo") conocido fue un filósofo griego, Ateneo (lo cual parece contradecir las tesis de la invención moderna al tiempo que nos brinda una idea interesante sobre el papel que los filósofos podrían desempeñar en este ámbito).

(...) Otra versión un poco más plausible, de la tesis de la "invención moderna" de la pornografía mantiene que sólo a partir del siglo XIX , y únicamente en el mundo "occidental", la justificación pública del control y de la represión de la producción, difusión y consumo de representaciones sexuales explícitas habría dejado de expresarse en términos religiosos o políticos para empezar a formularse en términos morales. Sólo a partir de ese momento tales representaciones se habrían juzgado, "indecentes", "licenciosas", susceptibles de "depravar", de "corromper las costumbres", de despertar los "más bajos instintos humanos" (lascivia, lujuria y concupiscencia, etc.), de obstaculizar el completo desarrollo de los más jóvenes, etc. De hecho, la calificación de "obscenidad", bajo cuyo cargo comenzaron a administrarse todo tipo de sanciones en aquella época, engloba la totalidad de todos estos juicios morales valorativos.

(...) De modo que, en otros tiempos o en otras sociedades, las representaciones sexuales explícitas podían controlarse o prohibirse por el hecho de ser blasfematorias (justificación religiosa) o subversivas (justificación política). Sólo en nuestras sociedades modernas habrían empezado a serlo por resultar "obscenas" (justificación moral).

Para aportar una imagen más precisa de la idea de "invención moderna de la pornografía", basada en la justificación exclusivamente moral de su represión, conviene añadir que aquélla insiste en el nexo entre represión moral y democratización.

En efecto, según esta versión, el consumo de textos o de imágenes de actividades sexuales explícitas no se sometió a represión moral hasta bastante tarde, a partir de mediados del sigloXIX . Mientras la circulación de estos textos no excedió los límites de un pequeño círculo de personas ricas y cultivadas no planteó, según parece, ningún problema de los llamados "morales". Así, Memorias de Fanny Hill, de John Cleland, inaugura, en opinión de algunos críticos, un género completamente nuevo que ensalza a una mujer activa, independiente, que se vale de sus encantos sin pudor y por motivos meramente instrumentales. Hoy en día sigue considerándose una obra "pornográfica" típica. Apareció en 1748-1749, pero, según algunas fuentes, no fue prohibida por el gobierno británico hasta un siglo más tarde. En realidad, mientras se supuso que sus lectores pertenecían a una especie de "élite", el libro no pareció plantear ningún problema de "sociedad". En cuanto una masa de personas pobres, supuestamente débiles de espíritu (mujeres, niños, obreros, etc.) pudo tener acceso a ese libro (y a otros del mismo género) se concibieron las medidas de prohibición. De forma más general no fue hasta el desarrollo de las técnicas de reproducción y de difusión masiva (fotografía, cine, periódicos y sistemas de comunicación modernos, por así decirlo), cuando el consumo de representaciones sexuales explícitas se convirtió en un problema "social", con la consiguiente aparición de las calificaciones morales de la "pornografía" y, sobretodo, de la "obscenidad".

En resumen, mientras es la "élite" quien consume las representaciones explícitas de actividades sexuales, mientras sólo son las personas distinguidas quienes se deleitan con éstas en sus salones privados, la "pornografía" no existe. Las cosas comienzan a torcerse a partir del momento en que, gracias a los medios de difusión modernos, tales representaciones comienzan a circular fuera de ese pequeño círculo, y los más pobres también pueden disfrutarlas. Entonces nace la idea de que hay que controlar o prohibir urgentemente la difusión de esas representaciones, so pretexto de que son repugnantes, peligrosas, inmorales. ¡Se ha inventado la "pornografía"!

(Pensar la pornografía, Ruwen Ogien,  págs. 63-73, Ediciones Paidós, Barcelona, 2005)





Aforismos: Friedrich Nietzsche





También heroico.- Hacer las cosas que huelen peor, de las que apenas nadie se atreve a hablar, pero que son útiles y necesarias, supone también un trabajo heroico. Los griegos nunca se avergonzaron de incluir entre los trabajos de Hércules, la limpieza del estiércol en un establo.


(Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales, 430- pág. 247, Friedrich Nietzsche, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2003)