A menudo, dirigir toda la inquina e indignación hacia la sociedad y hacia la masculinidad que pre-conforma una cultura como la nuestra, resulta, sino vano, del todo contraproducente, por aquello a lo que apuntaba Susan George cuando decía que intentar intimidar y avergonzar a la gente para que cambie produce justamente el efecto contrario. Hace poco, un buen amigo me ayudó a precisar con bastante exactitud algo a lo que hacía tiempo venía dándole vueltas. ¿Cómo educaría a mi hija para prevenirla de una sociedad machista y patriarcal? ¿Qué le diría? Lo que yo le explicaría es que la mujer también tiene retos importantes a los que hacer frente, como mujer y para la mujer (las presentes y las futuras). Le enseñaría desde muy pequeña una distinción fundamental. Que lo más importante para evitar la violencia, la brutalidad, la prepotencia de los hombres en el futuro es aprender a sentirse valorada como persona, antes que deseada como mujer -en tanto que un cuerpo, una vulva, un placer más para su disfrute-. Soy consciente que no sería una tarea fácil, pero tendría la fuerza y confianza suficientes para persistir en ese ejemplo. Pues estoy convencido de que es algo factible, real. Una conquista posible.
-Que tu valor delimite su deseo. Que su deseo no defina tu valor.-